"Un entorno convergente requiere una regulación liviana"

El Congreso Latinoamericano de Telecomunicaciones (CLT 2018) que se está celebrando en Varadero en Cuba busca generar los espacios de diálogo e intercambio que permitan consolidar propuestas para fortalecer la economía digital de la región.

BNamericas entrevistó a Juan Jung, director de políticas públicas de la Asociación Interamericana de Empresas de Telecomunicaciones (Asiet), para conocer los avances en materia de transformación productiva a través de las TIC y la reducción de la brecha digital que aún mantiene a millones de latinoamericanos sin acceso a internet.

BNamericas: El tema principal de CLT 2018 es la transformación productiva a través de las TIC. ¿Qué desafíos tiene América Latina para aumentar su productividad?

Jung: El desafío principal es generar los niveles de crecimiento suficientes que permitan a los países de la región acercarse a los más desarrollados. Para conseguirlo es necesaria una transformación profunda que incremente los niveles de productividad y que hoy en día solo puede darse mediante la adopción intensiva de las TIC.

Un avance de 1% en el índice de digitalización genera un incremento de la productividad que se traduce en un crecimiento económico de 0,3%, en parte como consecuencia de los impactos directos de las telecomunicaciones, pero también como resultado de efectos indirectos sobre amplios sectores de la economía.

Ello requiere resolver dos desafíos fundamentales: generar condiciones adecuadas de conectividad mediante el cierre de la brecha digital y la consolidación de una infraestructura de telecomunicaciones de clase mundial.

BNamericas: América Latina aún está lejos de reducir la brecha digital. ¿Podemos avanzar en forma realista en temas como la productividad si lo básico aún no está cubierto? ¿Se ha avanzado algo en esta materia en el último año?

Jung: Mucho se ha avanzado en los últimos 10 años en materia de conectividad en la región. Ahora, es evidente que queda un importante camino por recorrer. Avanzar en el incremento de la productividad mediante las TIC, a la par de continuar reduciendo la brecha digital, no solo es posible, sino que resulta necesario para lograr que nuestros países logren niveles de crecimiento y desarrollo suficientes para mejorar las condiciones de vida de su población.

BNamericas: La Asiet señaló hace cinco años que América Latina necesitaba inversiones de más de US$400.000mn en infraestructura de telecomunicaciones para reducir la brecha digital para 2020. Supongo que la cifra y meta han ido cambiando. ¿Tienen una nueva estimación de la inversión y los plazos?

Jung: Estamos trabajando en una actualización de esos números, teniendo en cuenta lo ya invertido desde entonces y el nuevo contexto, que requiere incorporar datos asociados al costo de despliegues de tecnologías avanzadas como 5G.

Más allá del número en sí, lo relevante es que se trata de un esfuerzo considerable, que para ser abordado con éxito requiere necesariamente condiciones de entorno adecuadas y de profundas reformas regulatorias para adecuar los marcos normativos a la realidad actual, que es la convergencia. Solo será posible con un entorno regulatorio adecuado para la era de la convergencia, que promueva la competencia sostenible en todo el ecosistema digital, sin asimetrías ni distorsiones que afecten al funcionamiento de los mercados.

BNamericas: ¿Qué hace falta desde el punto de vista regulatorio para avanzar hacia una economía digital? ¿Impuestos, convergencia de comunicaciones, neutralidad tecnológica?

Jung: Si se quiere realmente acelerar el cierre de la brecha digital y expandir rápidamente las redes es indispensable que se privilegien los objetivos de inversión por sobre la recaudación fiscal, tanto en la asignación de espectro radioeléctrico como en la aplicación de impuestos, tasas y cargas tributarias.

Además, es fundamental que la regulación existente para el despliegue de infraestructura no se convierta en una carga para el otorgamiento de servicios y permita de forma sencilla a los proveedores de estos actuar con eficiencia. En un entorno convergente, resulta necesario que exista una regulación liviana, basada en principios horizontales, que sea flexible y que no esté diseñada para tecnologías específicas, por lo tanto, que se base en la neutralidad tecnológica. La maximización de los beneficios de la convergencia y un modelo sano que incentive las inversiones y la competencia toman como principio esencial la neutralidad tecnológica y evitan regulaciones específicas por tecnologías, lo que termina generando asimetrías y distorsionando el funcionamiento de los mercados.

El segundo desafío es la transformación productiva a través de las TIC. Para ello se requiere liderazgo político que coloque el tema por encima de las prioridades de políticas públicas y que promueva el diálogo entre todos los actores involucrados: el sector público, el sector privado, cámaras empresariales, la academia. A través de estos procesos de diálogo se hace necesario estudiar las principales cadenas de valor de la economía e identificar donde están las mayores oportunidades de mejoras a través del uso intensivo de las TIC. Se necesitarán políticas públicas específicas destinadas a estimular a las empresas a adoptar y utilizar de forma intensiva internet de las cosas y big data, entre otros avances. Otro aspecto relevante es el capital humano: la región tiene un déficit en la materia. Necesitamos más trabajadores formados con habilidades digitales, y en particular, más ingenieros.

BNamericas: Avanzar hacia una economía digital única en América Latina no es fácil dado que no hay una entidad supranacional que imponga normas y estándares comunes sobre mercados fragmentados.

Jung: No es sencillo, pero es posible avanzar mediante la coordinación entre los países y la participación y el diálogo entre los diversos actores que participan en el ecosistema. La clave se encuentra en la posibilidad de generar acuerdos y consensos de forma multilateral en donde sea posible establecer condiciones básicas para la unidad en la definición de criterios.

Si bien tenemos esa dificultad —la ausencia de una entidad supranacional como la Comisión Europea— también es cierto que tenemos ventajas comparativas importantes, por ejemplo, la cercanía cultural entre los países de la región, y en particular, el aspecto lingüístico. Se trata de una oportunidad histórica para pasar de varios mercados fragmentados a un mercado integrado de 600 millones de habitantes.