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La tormenta perfecta: sin luz, agua caliente, cocina ni calefacción

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La tormenta perfecta: sin luz, agua caliente, cocina ni calefacción

Por Patricia Dárez, directora de la consultora de ingeniería 350renewables

El jueves 1 de agosto, Chile tenía al menos un millón de “clientes” (aproximadamente 3 millones de personas) sin electricidad. Enel reportaba el domingo, 4 días después, que el 53% ya volvía a tener servicio. Otras familias aún no saben cuánto tiempo más estarán sin electricidad.


No podemos decir que no lo vimos venir. Sabemos desde hace años que los eventos climáticos extremos serán cada vez más comunes y hemos hecho poco para la adaptación. Agosto empezó con un sistema frontal con ráfagas de hasta 120km/h en Santiago (medido en la estación de Pudahuel de la Dirección Meteorológica) y más de 90km/h en Concepción y Puerto Montt. Vientos que llegaron a hacer que cayeran postes de la luz y árboles (que dañaron las líneas de media y baja tensión).

En el contexto global esto es realmente trágico. No solo porque la electricidad es fundamental para el progreso y el desarrollo, sino porque electrificar es la clave de descarbonizar; y cuando esto sucede se manda el mensaje fuerte y claro de que no es una fuente de energía fiable (prueba de ello es el número de generadores a gasolina y diésel que se han comprado en los últimos días, junto con las largas filas en estaciones de servicio para cargarlos). Si electrifico estando conectado a la red (además de que me supone una inversión) me quedo sin luz, sin agua caliente, sin calefacción, sin poder cocinar, etc. y pueden no decirme cuándo me vuelven a conectar.



El contexto nacional también es interesante. La subida de las tarifas eléctricas de suministro para clientes regulados (aquellos menores a una potencia instalada de 500kW y voluntariamente aquellos en el tramo entre 500kW y 5000kW) está ya reflejada en la factura. Esta subida se debe a varios factores:

  • Incremento de los pagos por transmisión (10% del valor total de la tarifa) (más transmisión significa mayor inversión, y esto, aunque consigue un sistema más renovable y resiliente, repercute en la tarifa)
  • VAD (20% del valor total de la tarifa) (Valor Agregado de Distribución: son costos de inversión y funcionamiento de una empresa “modelo” de distribución de energía eléctrica. Esta es la forma en la que se paga a las distribuidoras y se las incentiva a ser “eficientes” con sus recursos, dado que tienen un monopolio geográfico natural (deben cumplir los objetivos y gastar en línea con lo proyectado en la empresa modelo). Pero estos costos no necesariamente cubren la mantención de una red resiliente.
  • La más importante (70% del valor total de la tarifa), el componente de generación de energía, dentro del cual destaca el pago del PEC (precio estabilizado a cliente regulado): una deuda que se contrajo con varias empresas generadoras de energía, a las que el Estado, tras el estallido social del 2019 les “pidió” que congelaran el precio con que venden energía a empresas distribuidoras con la promesa de que recuperarían a futuro ese préstamo. El saldo del fondo PEC creció bastante más de lo esperado (por alzas en la tasa de cambio desde los 640 pesos por dólar al momento del estallido social hasta estabilizarse por encima de 900 pesos por dólar en el último tiempo, subida del precio de los combustibles fósiles debido a la guerra de Ucrania y panorama político con el estallido social y después la pandemia). En el 2024 se lograron acordar condiciones para hacer el pago, pero estas llevaban a un aumento de la tarifa eléctrica.

Si ya de por sí la subida de tarifas nunca iba a ser una medida popular, imaginemos cómo se va a sentir el ciudadano medio cuando le llegue una cuenta más alta tras haber estado varios días sin servicio. Si bien la calidad de servicio es responsabilidad de la distribuidora (la empresa que mantiene el cableado de media y baja tensión) y no de la generadora (la empresa que genera la energía), el ciudadano medio no tiene por qué entender el mercado eléctrico. 

¿Qué se puede hacer para mejorarlo? Una reforma al sector de distribución. Algunos puntos (ciertamente no es exhaustiva la lista):

  • Hace años que las distribuidoras no tienen un negocio unilateral. Tienen varios gigawatts de proyectos PMGD (inferiores a 9MW) conectados a sus redes y que deben ser operados de forma ordenada tal y como hace el CEN en transmisión. También hay generación distribuida para autoconsumo y usuarios con capacidad de gestión de energía. Las distribuidoras deben tener incentivos para modernizarse, aceptar los refuerzos de sus activos y tener centros de control, implementar automatismos y generar incentivos de gestión de la demanda por parte del consumidor. 
  • Priorizar la calidad de servicio: La calidad de servicio se mide mediante el índice Saidi (sytem average interruption duration index) y en Chile este valor es muy alto (pésimo cuando se compara con otros países OCDE). Actualmente se prioriza el costo mínimo. Cuando los costos se estiman en forma de una empresa modelo (y no en los costos reales que ha tenido o va a tener la empresa de distribución, como se hace por ejemplo en Colombia o Brasil) simplemente no se promueve la inversión ni las mejoras tecnológicas. Es posible, por ejemplo, que el soterramiento de cables (no todas, debido a su alto costo, pero sí en zonas clave) mejore a corto plazo la calidad de servicio. Si miramos el Saidi de varios países, probablemente es sensato pensar que al menos de un 20% y tal vez hasta un 40% de soterramiento es necesario (en Chile se estima un 9% de soterramiento y el Saidi no saldría en este gráfico porque es de alrededor de 10 horas). Es fácil calcular el costo de soterrar y decir que es caro. Lo difícil es tener una mirada más completa que calcule las pérdidas sociales y económicas que sufre el país con una red tan poco resiliente y con baja calidad de servicio.

 


  • Exigir responsabilidades (reales) a las empresas de distribución. Por ejemplo, ahora mismo pueden traspasar los costos de compensación a la tarifa de los clientes. Es decir, no cumplen sus índices de desempeño, les multan por ello, y el cliente tiene que pagar esa multa (el monto se traspasa a todos los clientes en tarifas futuras).
  • Crear mecanismos que promuevan la mejora continua del servicio y la resiliencia de la red con costo eficiencia.
  • Remuneración de las inversiones que sea coherente con las prioridades de la transición energética. Se requieren inversiones en infraestructura y digitalización, pero actualmente lo que se fomenta es posponer la inversión hasta el final de la vida útil de los activos. Esto funciona bien a corto plazo, regular a mediano plazo y mal a largo plazo.

La Asociación de Distribuidoras Latinoamericanas (Adelat) escribió recientemente un documento sobre el sector de distribución y mejoras propuestas en América Latina que merece la pena leer.

Mientras tanto, algunos oportunistas han hecho negocio (a costa de las personas que necesitan que les repongan el servicio): en Providencia ha habido varios robos de cable, un problema gigante con el que están tratando las distribuidoras desde hace tiempo y que incluso en países de nuestro continente se configura como la principal pérdida de suministro por esta causa (mejorar la situación de seguridad y delincuencia está también al debe). A esto se suma la dependencia que muchas veces tienen las distribuidoras de subcontratas externas y la baja disponibilidad de mano de obra o subcontratas calificadas en muchos sectores del país.

Referencias


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